Cada 17 de mayo nos convoca una lucha fundamental por los derechos humanos: el Día Internacional de Lucha contra el Odio hacia las Personas LGBTIQ+. Esta fecha conmemora la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la OMS en 1990, y es hoy un símbolo de resistencia frente a las múltiples formas de violencia y discriminación que aún enfrentan las personas LGBTIQ+.
Sin embargo, en Argentina, esta jornada también adquiere un sentido ampliado: se entrelaza con la Campaña Nacional contra la Violencia Ginecobstétrica, que visibiliza una de las formas más naturalizadas y silenciadas de violencia de género en el ámbito de la salud.

Ambas convocatorias nos interpelan desde un mismo principio: la dignidad humana. Ya no podemos hablar de derechos como si fueran temas separados o desconectados entre sí. Necesitamos pensar y actuar desde la interseccionalidad, entendiendo que las opresiones no ocurren en paralelo, sino que se entrecruzan y refuerzan.
Las personas LGBTIQ+ no sólo enfrentan discriminación por su identidad u orientación sexual, sino que la mayoría de las veces también son víctimas de violencias médicas, exclusiones en el acceso a la salud, y tratos deshumanizantes en el sistema sanitario, especialmente si son personas trans, no binarias o si gestan fuera del binarismo de género o de la cisheteronorma.

La violencia ginecobstétrica —expresada en la medicalización excesiva, el maltrato verbal, la desinformación, la falta de consentimiento informado o el desprecio hacia las decisiones de las personas gestantes— es un claro ejemplo de cómo los cuerpos feminizados y disidentes siguen siendo objeto de control y disciplinamiento.
Esta violencia no es un “problema médico”: es una violación a los derechos humanos. Es una barrera directa a la justicia reproductiva, entendida no sólo como el acceso a la salud sexual y (no) reproductiva, sino como el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos con autonomía, respeto y cuidado.
Por eso, el 17 de mayo no es solo una fecha simbólica. Es un llamado urgente a transformar las estructuras que perpetúan desigualdad. Es un recordatorio de que la equidad no se logra sin una revisión profunda de nuestras prácticas sociales, culturales e institucionales. Y también, una invitación a ser parte de la Marea Roja, una movilización federal que, exige visibilizar y erradicar la violencia ginecobstétrica en todas sus formas.
Hoy más que nunca, necesitamos construir una sociedad donde el respeto por la diversidad y la autonomía sea un valor incuestionable. Una sociedad donde los cuerpos —todos los cuerpos— sean cuidados y celebrados, no controlados ni violentados.
Porque el respeto no se negocia.
Porque sin justicia reproductiva no hay justicia social. Porque sin interseccionalidad no hay verdadera inclusión. Este 17 de mayo, alzamos nuestras voces por un presente sin violencias y un futuro con dignidad, justicia y equidad para todes.
Pepa Cauterucci • CAMPVGO